"Ella era de esas a las que les quemaba el frío"

28 mayo, 2011

Ella... ¿cómo definirla? ¿cómo contar su historia? ¿cómo poder llegar a descifrar su vida?

Si alguien hubiese podido llegar a conocerla realmente, habría pensado que era una de las personas más excepcionales que te puedes encontrar. Supongamos que corre el frío invierno y es una de esas noches tan oscuras como la boca del lobo.
Caminaba a tientas, intentado descifrar todo lo que el mundo le susurraba, caminando intentando que los pulmones se le siguiesen llenando de oxigeno, intentando que la sangre le siguiese corriendo por la venas, haciéndose ver así misma que no estaba perdida, que no todo estaba perdido, que aún podría oler el césped húmedo las tardes de tormenta, que aún podría demostrar que la muerte no acababa con todo, que, ahora mismo, ella era feliz, aún encontrándose en un agujero negro sin salida, por ahora.
Pero en todo momento tenía presente que aquello era el final. Que una etapa acababa y otra comenzaba, que el castañear de sus dientes pronto se apagaría, que el frotar de sus dedos contra sus brazos esqueléticos para disipar el calor era algo que no volvería a hacer nunca. Que la muerte la rodeaba y que nadie pensaba en lo que le podría estar pasando, nadie excepto su gatito, esa bolita negra que se acurruca en la esquina de la habitación, que tiembla, en la cual el miedo le acaricia el suave pelaje, el que crea semi-terremotos en un radio de 50 cm a su alrededor de la fuerza de sus espasmos, sus estremecimientos, sus suspiros anhelados oídos en algún otro lugar del mundo en el que una abuelita los escucha, sufre, mientras teje, se pincha con la aguja, se queja, y eso aún asusta más al gatito encerrado en la habitación anterior; lo cual hace a la abuelita temblar extremadamente fuerte, y esos temblores se envían en una cadena de sentimientos de sufrimiento, miedo y tristeza a lo largo de todo el mundo, pasando por todas aquellas personas que de verdad saben lo que son los sentimientos, esas que saben sentir, como si en este mundo sólo les rodease eso; y en medio de ese túmulo de sentimientos que vagan por todo el mundo instantáneamente, se encuentra ella, tanteando el miedo, la tristeza,  y el sufrimiento de los sentimientos de todas esas personas. Y el frío le quema. Y la vida sigue, pero ella no puede salir, es una cadena eterna, un circulo vicioso, y ella, dividida entre los sentimientos de esas personas, lucha, simplemente, por respirar.
Piensa que es excepcional, que, aunque sea la mayor desgracia que podría tener cualquier persona del mundo, es excepcional. Que nadie podría ser capaz de aguantar todo aquello, de aguantarnos cuando el corazón se parte a pedazitos tan pequeños que es imposible reconstruirlo, que ella aguanta todas esas desgracias juntas, que ella les da esperanzas a esas personas que se sienten tan mal, y siguen viviendo, que ella muere por ellas, que renace otra vez para volver a morir, y que les hace sentirse tan mal que de sus mismísimos temblores, crean terremotos, de sentimientos, a su alrededor. Y ahora, piénsalo de verdad, siéntelo enserio, vibra con todos ellos, grita que es excepcional.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si nos esforzásemos más en conocer a esas personas tan excepcionales todo sería diferente. Pero no lo hacemos.
Un beso (pensativo)